Está amaneciendo en Melbourne
mientras escribo esto.
Mañana es el día del taxista.
No me has dicho qué te pareció mi sueño.
No sé qué significa el tren.
Ni el sudor, ni el no tocarse.
Ni las palabras en las paredes.
Necesitamos que nos quieran.
Si no, al menos, que nos paguen.
Que nos paguen por no querernos
y con ese dinero comprar admiraciones,
respetos, obediencias, pleitesías
y otros sucedáneos del cariño.
Los humanos somos así.
Recuerdo que no nos faltaba de nada
cuando extendíamos el colchón en el suelo.
El frío era una razón para el abrazo.
La falta de sueño una señal de estar despiertos.
Se pone el sol en La Habana.
Igual para los locos que para los cuerdos.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
sábado, 5 de mayo de 2007
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