Meriendo algunas tardes:
no todas tienen pulpa comestible.
Si estoy junto a la mar
muerdo primero los acantilados,
luego las nubes cárdenas y el cielo
-escupo las gaviotas-,
y para postre dejo las bañistas
jugando a la pelota y despeinadas.
Si estoy en la ciudad
meriendo tarde a secas:
mastico lentamente los minutos
-tras haberles quitado las espinas-
y cuando se me acaban
me voy rumiando las sombras,
rememorando el tiempo devorado
con un acre sabor a nada en la garganta.
A. González
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
jueves, 14 de febrero de 2008
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