Esta mañana se me han pegado un poco las sábanas. Hemos salido C. y yo corriendo al cole. Llovía. Mucho tráfico en la carretera. Me ha dado no uno, sino dos besos antes de bajarse del coche. Al ver el atasco terrible he apartado el coche en un sitio estratégico que ya conozco, he echado el asiento hacia atrás, me he tapado con el abrigo, el sombrero sobre la cara como un Clint Eastwood de Orcasitas. El runrún de Radio 3 me ha servido de nana. Aunque en realidad yo soy un profesional del sueño y tardo bien poco en ponerme en off. Me ayuda el hecho de que rara noche duermo más de 6 horas.
30 minutos después he abierto el ojo. La A6 seguía estancada. Podría haberme puesto de los nervios pero me he acordado de que estaba cerca de un lugar mágico en el que siempre me fijo pero al que nunca he entrado. Hoy era el día. Hazen la tienda de pianos más grande de Madrid. Se ve desde la carretera y siempre que paso (no menos de 200 veces al año) sueño que entro y me llevo un cola. Además iba bastante elegante -en las tiendas de pianos y en las joyerías conviene ir atildado, si no, no te hacen caso.
Atasco. Lluvia. Punta en blanco. Hoy era el día.
No había nadie en la tienda y me los han enseñado a placer. Le he dejado empezar por los baratos, pero luego le he pedido los caros. Yamahas de un metro, de estudio, hasta la serie U, entre los mejores verticales. Algún colín. Preciosos medias colas. Tenían un piano rojo de la serie limitado firmada por Elton John. Con lo malo que es como pianista y lo bien que se vende. Porque se entrega y le pone mucha intensidad a su pop.
La temperatura y la humedad controladas. Los Steinway tapados con fundas. ¿este modelo dónde lo hacen? ¿Qué madera lleva este? Este suena más brillante, este más denso y redondo, como a terciopelo. Qué delicia.
He vuelto al coche. El atasco se había aliviado. He llegado a mi mesa de buen humor. Un poco tarde, eso es verdad. Pero las neuronas estaban colocadas en su sitio.
Eso es lo importante.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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Te presto mi Baldwin. Tiene todos los inconvenientes (es malo, antiguo, y americano), pero también la ventaja de haber sido muy acariciado. Y eso se nota.
ResponderEliminarY sí... soy yo...
Mano izquierda...
No sé quién eres, lo juro. No he tocado ese Baldwin, no lo he visto.
ResponderEliminarSeguro que tiene su magia.
Pues sí que se te olvida pronto a quién pides la mano. Voy a tener que empezar a firmar. Lo malo es que como tú no tienes mayor interés en quién lee tus maravillosas palabras... es una cuestión de respeto por mi parte.
ResponderEliminarsabes lo que tienes tu? pues que das ganas. Me das ganas de hacer cosas que no hacía desde hace mucho. Gracias, a ti y a los pianos.
ResponderEliminarAnda, mándame una foto del piano...
ResponderEliminarCon una mano tuya.
No sé a dónde enviarte la foto. Lo he intentado, pero para mi servidor de correo eres "user unknown".
ResponderEliminarEstá claro que los astros están en contra de que me pidas la mano, y yo te la dé.