Hay espacios que cobijan la memoria cuando uno anda despistado. Un día regresas y recoges lo que has dejado adormecido, te lo pones en la cabeza y empiezas a recordar lo que por momentos decidiste olvidar. Hay rincones donde se produce un no-se-qué, una conjunción de elementos, colocados a su libre albedrío, que te seducen: cálidos, acogedores, armoniosos. Hay espacios de ausencias y de presencias, hay días que te das a la fuga y no vuelves hasta que a la vuelta de la esquina te encuentras con tu sombra, tus temores; te chocas de frente contigo mismo. Hay espacios para volver. Hay espacios para esperar. ¿Qué? Eso algún día lo sabré. O no, pero da igual, porque me relajaré refugiado en mi espacio.
¿qué es lo que pasa cuando la mano que escribe se encuentra con su sombra?
ResponderEliminargracias por contestar, mano que escribe
ResponderEliminarPerdón, perdón, no me había percatado. Tanto trajín. La mano que escribe huye de su propia sombra, a veces la seduce, otras se funde con ella... Pero lo más habitual es que choque y tengan un conflicto. Otra vez, perdón.
ResponderEliminarLa mano que escribe.
... perdonado. Aunque no me das muchas pistas de qué hacer cuando yo me encuentre con mi sombra, la verdad... Se agradecen sugerencias. Gracias.
ResponderEliminarHay que ver, no os dejamos ni un momento de respiro, dos manos.
ResponderEliminarUsuario anónimo, ya que estás tan interesado en el tema de las sombras, te recomiendo Elogio de la sombra de Tanizaki, lo tienes en Siruela.
Yo, cuando te encuentras algo de frente, siempre sugiero lo mismo: míralo, sedúcelo, háblale...
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