viernes, 5 de agosto de 2005

C. y el mar



Le gusta mirar al mar, porque eso le eleva el espíritu. Ella vuela cuando mira al mar. Yo diría que mirar al mar es su antídoto contra el paso del tiempo, contra el exceso de realidad. No es raro porque ¿a quién no le ha pasado el sentir una emoción íntima e intensa al asomarse a una playa o a un acantilado? Ay, el mar. Pero C. también tiene miedo a ese vértigo. No a ser alcanzada por las olas, ni a hundirse hasta el fondo sino todo lo contrario, a elevarse como un globo de feria y perder el contacto de sus pequeños pies con el mundo para siempre. Por eso C. me dijo: papá, entiérrame un rato para mirar al mar.

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