
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
lunes, 15 de agosto de 2005
El sabor de la memoria
Tengo un picor incrustado en los ojos como de ola inmortal que va y viene y me mantiene con vida. Amanezco con la vista azul mar, moteada de siluetas de sombrillas de paja y arena blanca. La piel pegajosa y la boca dulce de las horas de amor vespertino. Las huellas en mi cuerpo se diluyen cada día y la franja que marcaba el invierno del verano se mezcla camino al otoño. Sólo en los pies mantengo inalterable la sensación de caminar por donde quiero.

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Siempre había pensado que el amor vespertino (y otros amores) saben salados.
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