miércoles, 31 de agosto de 2005

La otra fiesta

Llevamos todo el verano hablando de la fiesta del verano: para cuando empiece, para cuando crucemos el ecuador, para cuando acabe... Hablando de la fiesta del verano y haciendo bricomanías varias. Nunca nos ponemos de acuerdo entre una mano y otra. Ni para las fiestas ni para las bricomanías. Así nos van las cosas. Uno se cae de la hamaca por ingerir un yogur y el otro no se cae. En fin.

Hete aquí -qué bien suena eso tan del diecinueve- que una de las manos le ha dicho a la otra algo así como "¿trabajas el fin de semana?". La otra, ingenua, pensaba que la trataban de seducir y que la iban invitar a cenar. "No", se hizo la interesante. "¿Hacemos la fiesta del verano? ¿En tu casa o en la mía?" Esta última frase prometía, pero todo se fue al traste cuando la mano seductora, la que hacía todas las proposiciones deshonestas, dijo que hablara con menganita, fulanita y más fulanitas.

Ayer, que era martes, decidí que no me apetecía esa fiesta. ¿Por qué? Porque era martes y los martes no se decide nunca si el sábado se organiza una fiesta. Eso es una vulgaridad. Hoy es miércoles y me apetece un poco más, pero no mucho. Acaso el domingo esté entusiasmado con la idea. Quizá llame a la otra mano y le diga: "Celebremos la fiesta de ayer".

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