He tenido varias vidas en lo que al cine se refiere.
En la primera vida tenía un cine a la vuelta de la esquina, y allí veía las de Bruce Lee y las de Terence Hill y Bud Spencer porque eran las que ponían, ni más, ni menos. Todos las semanas hacía la cola del Cine Alvasan. El acomodador vivía en mi bloque, tenía una linterna Cegasa y regañaba si hablábamos.
La segunda vida comenzó cuando abrieron cinco salas en mi pueblo y el Cine Alvasan se convirtió en un todoacién. Allí, pues cine comercial y alguna ganadora de festival que ponían los jueves e íbamos cuatro.
La tercera vida comenzó con la facultad y una novia que decía que ella no estaba dispuesta a ver ni una de esas americanadas dobladas. Me adapté con facilidad a ver lotería: unos días buenas historias y otros muermos ensalzados por la crítica. Eso sí: todos leídos.
Ahora estoy en mi cuarta vida en lo que al cine se refiere. Y el domingo fui a ver Bibi la pequeña bruja y el misterio de los búhos azules. Gran cartón de palomitas y gran cocacolalait con dos pajitas gigantes. La anterior fue Wallace y Gromitt la rebelión de las verduras (¿por qué le ponen títulos tan largos a las películas de niños?. Las aventuras de Winnie the Pooh, Bob Esponja, Madagascar... esas son las últimas que he visto. A veces doy una cabezadita, lo reconozco; pero otras me meto en la historia, me dejo llevar... y lloro.
-Anda ya.
-Te lo juro.
-Joder O. ¿estás gilipollas o qué te pasa?
-Que sí, que me entrego; me identifico con las situaciones -no es difícil, están muy bien hechas- y cuando llega la escena sensible, pues lloro.
-¿Cuándo te pasó por primera vez
-Con Hermano Oso, a los 33 años, no veas qué lagrimones.
Y el domingo cuando al final de la película la amiga de Bibi se encuentra en un sueño con sus padres que se habían matado en un accidente de tráfico y la miran con ternura y ella a ellos y parece que se van a volver a unir pero al final se acaba el sueño y la pobre sigue paralítica y huérfana, y el único consuelo es un búho, y en cambio la chica sonríe y se conforma en vez de cagarse en la hostia puta que es lo que habría hecho cualquiera... pues servidor intentando contener el hipo.
Lo peor es que mi hija de siete años no llora. Yo tampoco lloraba a su edad, eso es verdad. Excepto con Bambi. Quien me diga que no lloró con Bambi es que no tiene corazón. Pero ahora... Yo he hecho una introspección y he llegado a la conclusión que el cine de arte y ensayo me ha afectado al sistema inmunológico sentimental. Por eso mi consejo es que si llevais muchos años en el rollo intelectual: directores con nombres difíciles, planos maravillosos (Lluliet Binosh tres minutos con la misma cara de pavisosa que no se sabe si va o viene pero que es vegetariana eso seguro), secuencias complejas llenas de matices, que tratan problemáticas sociales postestructuralistas, con una sintaxis exquisita y un discurso estético arrebatadoramente novedoso, estáis completamente indefensos frente a una película de niños. Y, si se os ocurre entrar, os podéis llevar un berrinche de cuidado.
Luego no digáis que no os he avisado.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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Yo también tuve mi época de ir a ver cinedeautor.
ResponderEliminarMe sentía un poco desplazado, pues todos iban con gabardina y yo con chupa.
Ahora, que tengo gabardina, me la suelo poner para ir al cine, pero ya casi nadie la lleva.
Sin embargo, ya no lloro.
y a mi qué me pasa? de cine de arte y ensayo, rollo intelectual nada de nada... y lloro.
ResponderEliminarQuizás sea por eso.
ResponderEliminarY que lo digas: el año pasado con Polar Express intentaba disimular el llanto para que mi hija no se riera de mí...
ResponderEliminarEso sí, nos has destrozado el final de Bibi....
Temiro, en los Alphaville, no sé qué es más herejía si la chupa o las palomitas. No sé cómo te dejaban entrar.
ResponderEliminarAna, es verdad, lo he destrozado, lo siento. No pensaba que los comenteros de a2manos fuera tan de cine infantil.
¿y a mi que me pasa que lloro con el cine de autor?
ResponderEliminarSi quereis llorar, pero a lágrima viva, no dejaeis de ver Agua de Deepa Mehta, eso si con gabardian o chupa, ¡¡¡¡pero sin palomitas!!!!
Agua no era cine de autor, era cine de llorar
ResponderEliminar...y terminaremos lloarando con los culebrones como las abuelitas...
ResponderEliminarAyer en la tele, en un programa moderno y jóven (o al menos va de eso) uno de los invitados hacía una crítica muy lúcida del cine intelectual y del culbrón. Ambos estilos que en principio parecen poco reconciliables se dan la mano (según él, yo lo comparto)en "Bailando en la oscuridad". Es, decía, una película pensada para que los amantes del cine de arte y ensayo puedan llorar a gusto y sin complejos ante la miseria humana llevada al plano del culebrón. Reí internamente, pues quizá me sentí identificada con el cinéfilo repelente al que hacía mención.
ResponderEliminarLa diferencia está en que Bailando en la oscuridad podríamos verla con los ojos cerrados y aún así llegar a emocionarnos, ya que tiene una banda sonora increible. Mientras que la banda sonora de los culebrones nos hace llorar, pero de vergüenza.
ResponderEliminarQuién en ese hombreeeee....