Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
domingo, 4 de septiembre de 2005
El banderillero
Quedé con dos amigas en la Cervecería Alemana y se me fueron al Naturbier que hay al lado.
Además llegué seis minutos tarde porque en el lugar donde aparco habitualmente estaban rodando una película y tuve que dar un par de vueltas.
Se habían pedido una caña y una cocacolalait respectivamente y les había entrado un tipo flaco, alto y con el pelo recién cortado de peluquería. Me lo presentaron. No me acuerdo del nombre pero sí de que I. dijo: es banderillero. Él asintió. Ella apostilló: En sus ratos libres. Quizá llevado por un exceso de confianza, el banderillero me palmeó la barriguita y comentó algo de hacer ejercicio y una dieta. Para hacerse amigo mío. Pensé en voz alta: ríete, ríete, pero ya verás como a esa morena que tanto miras acabo llevándola yo a su casa. El banderillero estaba mucho mejor callado, sobre todo porque hablaba con la boca llena y se le caían las miguitas de panchitos, algunas describiendo trayectorias inverosímiles. Su pronunciación -incluso cuando tenía la boca vacía- era bastante deficiente, pero aún más lo era su repertorio dialéctico, y cuando dijo aquel "bomboncito, apunta mi teléfono" yo pensaba que había que contactar con alguien del Museo de Antropología porque el especimen no tenía desperdicio.
Por más que B. le miraba con cara de perro (perdón Mao) el chavalote no se rendía.
Al final se lo llevó un amigo, creo.
I.: Ése no era banderillero, ése era guardiacivil. O de la Guardia Real.
Las mujeres siempre me fascinan, qué instinto, qué intuición. Lo dijo con tal seguridad...
O.: ¿No era un poco cortito para Guardia Real? ¿La Guardia Real no es un cuerpo de élite?
I.: Yo he conocido Guardias Reales bastante más lerdos y, por otro lado, no me negarás que el cuerpo del gachó era de élite.
B. asintió con suficiencia como si no cupiera la menor duda.
Esta escena que acabo de describir sucedió casi literalmente y la reflexión a la que me condujo es enjundiosa: en qué país vivimos que cuando vemos a un zote redomado, ebrio y mintiendo, pensamos que pertenece a los cuerpos de seguridad del Estado. ¿Es ésta la España que queremos dejar a nuestros hijos? Seguro que algún comentero tiene algo que añadir.
P.D: A la morena, en efecto, acabé llevándola a su casa. Pero no supe redondear la buena fortuna que me había deparado la noche. Me faltó decisión, estrategia, arrojo y frescura, dones que destilaba el banderillero y sólo supe decir "Buenas noches" en vez de "bomboncito", "cruasán", "milhoja" o algún otro artículo de pastelería.
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