jueves, 15 de noviembre de 2007

Al cine

Quedo con mi amiga ucraniana y me lleva a ver una película subida de tono. Yo diría que muy subida de tono. Me sorprende la elección de la temática pero lo atribuyo a la especificidad cultural.

El cine en cuestión es muy muy viejo, y bastante frío. La calefacción está al 1 o al 2, supongo que así intenta la empresa compensar térmicamente la pantalla. Pero el exceso de gorros de piel hace que no se puedan leer bien los subtítulos.

Hay en la sala bastantes inmigranes más. Durante la proyección mi amiga no me toca en ningún momento, supongo que -llevada del estereotipo del hombre latino- piensa que si lo hace podría desencadenarme una tormenta quimica interior que me hiciera abalanzarme sobre ella y rodar juntos por el estrecho pasillo y no quiere montar un numerito. Yo me muestro bastante distante por 3 razones a saber: la primera, romper el mito del hombre latino, la segunda, complacerla, y la tercera, el pasillo es muy estrecho y podríamos hacernos daño en los riñones. En cualquier caso lo que pasa en las escenas que se proyectan no resulta tan excitante como los magreos que se están pegando los demás asistentes. Estoy tentado de señalarle que estamos dando el cante por ser los únicos que no se meten mano pero no lo digo para que no piense que la acoso.

Pero no puedo evitar cierta tensión sexual en algunos pasajes y le rozo ligeramente la costura del vaquero con mi meñique. Ella no acusa recibo.

Al salir del cine sonríe. Ampliamente. Muy ampliamente. Tanto que me lleva a pensar si no habrá disfrutado de unos cuantos orgasmos ella sola sin decirme nada durante la película. Me alegro por su hipotética buena salud sexual y me pongo los guantes.

A la salida nos encontramos con otros inmigrantes y ella habla con ellos. Por como la tratan deduzco que -entre las fruteras ucranianas- mi amiga disfruta de cierto estatus. Me congratulo sin vehemencia. No me presenta. Yo no tengo especial interés en hablar con ellos (soy muy tímido y no domino el idioma) pero noto que la falta de presentaciones me da más misterio, y aumenta el interés general en averiguar la identidad del tipo con la cara pintada y nariz redonda y roja que acompaña a la vendedora. Unas chicas al fondo comentan entre susurros: "vladivaski, vladivasky" no digo más.

Me lleva a un bar típicamente ucraniano donde nos ponen el típico pincho de tortilla frío de final del día (típico español) que yo me como diciendo que está riquísimo.

Me lleva a tomar unos vodkas, pero el frío del cine me ha calado hasta los huesos y no consigo estabilizarme. Ella sí. Al tercero, se le han puesto las orejas rojas.

Al hecho de que cada uno no hable el idioma del otro se une que la música está muy alta, esto hace imposible la comunicación verbal. Intento la otra y le toco con el meñique la costura del pantalón. Se abalanza sobre mí como si le hubiera apretado su on sexual secreto y me besa apasionadamente. Podría jurar que lo que encuentro dentro de su boca es una lengua.

Me saca del local y me lleva a su apartamento (que está bastante cerca) dos paradas y media de metro.

El apartamento de mi amiga ucraniana es pequeño (como suelen ser los de los inmigranes) y eminentemente blanco. Supongo que ha elegido esta decoración para que le recuerde los campos nevados de su tierra natal.

Me gusta ese blanco.

También me gusta el ucraniano como lengua.

Me gusta ella.

Pero el agua de la ducha está muy fría.

Mucho.

Supongo que es para que le recuerde su tierra natal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Muchas gracias por comentar!

Mudanza

Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...