sábado, 24 de noviembre de 2007

La tristeza

La tristeza es un lujo, y como tal debería pagar impuestos.
Debería pagar un impuesto elevadísimo.
Además sería el único impuesto realmente progresivo y redistributivo, porque la tristeza es cosa de gente acomodada.

Hay más tristes en Basilea que en Camerún, eso está demostrado estadísticamente. Los etíopes hambrientos no se cuelgan de las acacias, ni se autoflagelan pensando en lo cruel de su destino y su condición. Todo lo contrario, en cuanto comen un poco de sopa ya están bailando y saltando y haciendo el amor. No encontrarás un lánguido en las calles de Delhi. En cambio Sir Joseph Hamilton está hoy pesaroso porque han bajado las acciones y se le ha estropeado el Bentley. Tendría que aparecérsele un ángel justiciero y meterle el Bentley por el culo. Pieza por pieza. Los que vienen en los cayucos no se desesperan. ¿Saben por qué? Porque es obligatorio vivir, es un regalo vivir y quien lo desprecia debería pagar por ello.

No estoy hablando de la depresión como enfermedad (aunque me temo que está más extendida en el primer mundo).

Cuando mi madre tenía 38 años le diagnosticaron un cáncer. Tenía también dos hijos. Los días que tenía quimio la veíamos correr al baño a vomitar, capeaba el temporal abrigada en un sillón mirando por la ventana. Al día siguiente iba a trabajar. Nunca escuché a mi madre quejarse por estar enferma, ni se lamentaba al ir empeorando. La recuerdo paseando por la casa los últimos días, maltrecha, pero observando los pequeños detalles con deleite, los adornos, las fotografías... era como si se hubiera tomado un tripi y estuviera descubriendo esos objetos, maravillosos a sus ojos. Se despidió una mañana: adiós, hijo. Con dignidad y cariño: cómo me entere de que desperdicias tu vida llorando por las esquinas vengo y te corro a escobazos. No lo dijo pero como si lo hubiera dicho.

Muriendo mi madre yo contraje la obligación moral de ser feliz, de disfrutar de cada segundo, de exprimir cada instante... Qué acto de soberbia, qué ingratitud tan grande es regodearse en la tristeza, declararse triste de nacimiento o de adopción, qué rechazo me produce en la gente el no saber valorar el sol, la luna, la hierba... simplemente el hecho de tener un hijo y poder verlo crecer tendría que hacernos dar saltos de alegría.

Me acerco a la cama de C. y siento su calor, su respiración pausada, y me parece que si tengo un deber con ella es el de perseguir la felicidad sin descanso. Por mí, para ella. Para que lo vea y lo imite. Y no dar tregua a la pena.

Y si la inteligencia no sirve al fin supremo de ser feliz, pues vaya mierda de inteligencia. Y a todos los intelectuales quejosos y pesimistas, que les den, ya de paso.

Viví con una mujer que cada día al levantarse miraba al cielo, y si estaba gris, se quejaba. Y se ponía de mal humor. La primera semana pensé que era un gesto de distinción, la segunda que se aburría, la tercera que era tonta por comportarse así.

Está bien vista socialmente la queja, da mucho caché el decir que la ópera era mala, los canapés son malos, el vino es malo y la música de la fiesta aburrida. En cambio a mí me parecen gestos ordinarios y vulgares.

Tengo un amigo profesor en la universidad que me trata como si yo fuera un capullo por reírme, sonreír y disfrutar de pequeñas tonterías y me intenta convencer de que con un buen trabajo, tres hijos estupendos y un montón de gente alrededor que le quiere, no puede ilusionarse. Parecerá exquisito y sofisticado pero yo creo que es un poco tonto. Tonto, sí, tonto. Todo porque no viene una princesa azul a salvarle en su caballo blanco... joder, a estas alturas.

Que lo veas de otro color,
que tú eliges,
que si no te curras eso, todo lo demás no sirve,
que no te viene impuesto de fuera,
que nadie tiene la culpa, ni lo puede arreglar,
que permitas de una vez que alguna de las opciones que te ofrece la vida sea la buena en vez de ponerle peros a todas...

...y me mira como si yo fuera marciano o estuviera loco. Le daba así...

3 comentarios:

  1. Cuánta razón tienes mano. La gran mayoría no sabemos disfrutar de lo que nos rodea.
    Quizá autoflagelándonos, nos sentimos vivos.
    Mejor hacerse cosquillitas ...

    ¡Qué bien, hoy llueve!

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  2. Mi pareja agoniza de cancer hace cuatro anos y he sido su enfermera, amiga, consejera, verdugo aveces cuando flaquea, me manipula y abusa de mis fuerzas. Crei que teniamos ganado el derecho a la tristeza y que ademas,era una actitud aprendida mas que un sentimiento...hasta que te lei
    Gracias por el regalo de esta reflexion.La devore, me di vuelta y disfrute como un orgasmo del alma la cordillera hermosisima que ya no recordaba, se veia desde mi ventana.
    Daysi
    Santiago de Chile.

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  3. Sí señor...yo no lo hubiera escrito mejor...otra vez...

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Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...