La noche era de amarillos.
Hemos tomado de postre adrenalina.
Nos hemos mirado a los ojos para ponernos a cien. Hemos apartado los platos, los vasos, los cubiertos... Nos hemos tumbado en la mesa como en una playa. Las migas doradas eran la arena, y el ruido de las respiraciones: el mar.
Un mar, dos mares.
Hemos sido un rato los veleros y otro las motoras. Y luego, yo el chico que alquila las tumbonas y tú la alemana con las tetas al sol.
A un sol, a dos soles.
Hemos tomado de postre adrenalina, que es más digestiva que el sorbete de limón. También amarillo. Mira tú.
Es que esta noche era de amarillos.
Parece que has aprendido algo en tu curso de sexo tántrico.Bien.
ResponderEliminarTe confundes, usuario anónimo.
ResponderEliminarTodo lo que aquí se cuenta no se enseña en los cursos de sexo tántrito. Lo que se cuenta aquí se aprende... en la vida misma (en días de mucho sol y en noches con mucha luna)
Querio beec. El sol y la luna quizás ayuden en estas situaciones, pero el hambre que ha pasado en la Masía le han hecho lamer las migas doradas.
ResponderEliminarPero quién dice que yo pasé hambre en la masía. Hambre de alimentos, porque lo que es de la otra... La de las mechas no me dejaba parar. Menuda hembra.
ResponderEliminarLa noche de los amarillos ocurrió hace tiempo, Aunque os la cuente ahora. La literatura y la vida se dibujan con lineas torcidas, discontínuas...
Salud comenteros.
llevo ya un tiempo leyendo este blog. Y cuando me decido a escribir me doy cuenta de que mi arcoiris está bloqueado. ¿será el domingo?
ResponderEliminarLos domingos son muy malas personas
ResponderEliminarA veces el arcoiris se estropea por querer meterle demasiados colores.
ResponderEliminarPues un poco de tantra no hubiese ido mal para rematar una noche de amarillos...
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