martes, 17 de enero de 2006

Cuento sin fin

En el bolsillo interior izquierdo de la chaqueta llevo una libreta pequeña, de tapas negras, de 9 centímetros de ancho y 14 de alto. Tiene 96 hojas de papel cuadriculado. Estaba entre un montón de ejemplares parecidos y la escogí para darle una utilidad determinada: escribir las ideas que sin venir a cuento te atraviesan la cabeza dejando una estela con sabor a helado de fresa con un toque de pimienta negra. Las que tienen aroma a chocolate las desecho de inmediato; las de nata las suelo dejar en reposo. Todos los días siento cómo me golpea el flanco izquierdo del pecho. De acuerdo, sigue ahí, conmigo. Paso la mano sobre la pana y la acaricio.

Sueño con el cuento perfecto que saldrá de todas esas notas, de todas esas ocurrencias, de todas esas frase, párrafos o, tal vez, disquisiciones complejas que surgieron a la vuelta de la esquina, entre líneas discontinuas, blancas o amarillas de la carretera, en el disfrute de un cuerpo -o de otro-, en el paseo sin sentido, en la conversación banal, en la espera...

Esa libreta tiene un elástico, también negro, que atrapa las solapas e impide que las notas se escapen. Hoy, un año después de compartir el latido del corazón con ella, la he abierto y he revisado todas sus hojas llenas de cuadrículas. Ni una sola mancha de tinta. Ni una sola palabra. Ni siquiera pone fin.

6 comentarios:

  1. Un silencio, un aplauso, mi reconocimiento.

    ResponderEliminar
  2. Yo tuve una roja y otra verde. La roja en un año apasionado, no tuve tiempo para entrenerme apuntando. El año de la verde paso sin pena ni gloria ¿que coño iba a escribir? Ahora anoto en los tiket del super, en las servilletas, en recibos de banco... como buenos pensamientos se pierden sin hacer ruido.

    ResponderEliminar
  3. Necesitaríamos pedir una beca a alguna universidad americana importante, para conseguir algún método plausible que permita atrapar esas ideas que de tan veloces, no nos queda mas que el rebufo.

    ResponderEliminar
  4. Yo también llevaba un cuaderno. Un libro blanco, con tapas blancas y hojas de un gramaje extraordinario. Hojas especiales para pensamientos especiales. Lo empecé. Puse una fecha. Lo llevaba en el bolso. No era pequeño, durante varios meses el tamaño del bolso quedó supeditado al tamaño del cuaderno. Llegó otra estación. Abrí el cuaderno. Cerré el cuaderno. Guardé el bolso. Lo metí en una caja. BOLSOS DE INVIERNO. Guardé el cuaderno. NADA. (me gusta rotular mis cajas). Ahí está en la caja de nada. No está solo. Ahora cambio de bolso mucho.

    ResponderEliminar
  5. En esa libreta, pone mucho...
    ...mucho más de lo que te imaginas.

    Seguro, que cuando la abres recuerdas todo lo que podrías haber puesto y no pusiste, incluso lo que nunca te pasó.

    Es la libreta de los pensamientos en blanco.

    Guárdala.

    ResponderEliminar
  6. No pone fin, por que queda mucho por no contar, mucho por no escribir,

    ...mucho por describir.


    Es como un libro en blanco, que al contrario de lo que sucede con los libros escritos, es él, el que te lee a tí.

    ResponderEliminar

¡Muchas gracias por comentar!

Mudanza

Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...