Es más fácil progresar siendo 2.
Si tenemos que romper las copas que nos regaló tu madre, pues las rompemos.
No seas cenutrio, lleva el paraguas sólo cuando llueve.
No te rindas: a la tercera va la vencida.
O bien
Algún día plantaremos pinos en la autopista.
Y morderemos las copas en vez de bebernos el champán.
Algún día nos darán igual las piedras que nos arroje el destino.
Porque sabremos que uno más uno más uno son exactísimamente 3.
O bien
Subiendo ambos en el ascensor, la madre, que estaba enfadada porque se le habían roto dos copas fregando, le dijo al niño: hoy no sales a la calle, que esta lloviendo. Y antes de ponerte a estudiar, meriendas tu sandwich. Hoy te lo he hecho de tres pisos.
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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O bien
ResponderEliminarÉrase una vez dos enamorados, muy enamorados, que bebían de la misma copa y cantaban bajo el mismo paraguas. Y de tan enamorados que estaban los dos, sin darse ni cuenta, un día sucedió que en la cama ya no eran dos, sino tres.
Hagan juego, señores, hagan juego.
ResponderEliminarLos pinos del campo y las copas para beber necesitan agua de lluvia y os recuerdo que la sequía de este año es de nivel 3
ResponderEliminarEl detective Felipe Marlow siguió las líneas pintadas en el pavimento, el semáforo estaba roto, así que detuvo su Desoto del 55 un instante, fue entonces cuando lo vio, un tipo de bigote marxista –grouchiano-, que siempre llevaba una pajita de zumosol entre los labios, el pobre estaba de muy mal humor, se había mudado recientemente a un horroroso bloque de tres pisos.
ResponderEliminarSi te atreves a mirarme a los ojos mientras subimos en el ascensor, te invito a una copa.
ResponderEliminarSi te arrimas bajo la lluvia, te digo el piso: vivo en el 3º
Tres pisos. En la azotea. Llueve. No nos importa. Bebemos en aquellas viejas copas. Y subimos. Subimos.
ResponderEliminar-Me tira la sisa.
ResponderEliminar-Se me rompe todo.
-Caen chuzos de punta.
-Y encima me van a meter tres (3) paquetes tres (3).
El gafe
Érase una vez dos enamorados, muy enamorados (casi como los de Iguazú), pero su relación se rompió como el cristal, se enfrío como la nieve que cae en invierno y ella le puso las maletas (que eran tres)en la calle.
ResponderEliminarJo, qué triste cuantró. Qué historia tan triste.
ResponderEliminarAunque no haya dibujitos sigue hasta que esa chica se encuentre con un taxista simpático. No sé, algo.