En esta época no encuentro la inocencia.
Estoy como resabiado, resentido. A ratos.
Será cosa de la desilusión.
El caso es que pienso que si se me apareciera ahora mismo Michelle Pfeifer hace veinte años con su helicóptero, vestida sólo con un picardías (picardías y botas de montar en helicóptero, claro) y me dijera: "Eres el hombre de mi vida, estoy locamente enamorada de ti, de cada uno de tus huesos y de lo que los recubre. Y me quito la vida si no te vienes conmigo a mi rancho de trescientas hectáreas donde los bocadillos de mortadela son siempre de paté de oca y en la bañera hay tres grifos: frío, caliente y champán.". La miraría de soslayo y diría para mí: "Ya, el viejo truco del rancho".
No encuentro la inocencia,
y estoy seguro de que la había dejado por aquí..
Pequeñas historias, melodías de insomnio, mensajes en envases de aire, días de tristelicidad...
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A la mano que toca le gusta Michelle Pfeifer.
ResponderEliminarLa mano que toca habla como yo lo haría. ¿La pérdida de la inocencia tiene más que ver con la edad o con lo experimentado?
ResponderEliminarLa mano que toca escribe como a mí me gustaría hacerlo.
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