viernes, 15 de abril de 2005

Oficios Fascinantes (II)



Ponedor de Conos Naranja. Sí, ya sabes, el tipo que se sienta en el borde de la caja de un camión y recorre la autovía en sentido contrario (porque va de espaldas) y va colocando los conos de color naranja fosforito para habilitar el carril adicional.

No me digáis que no os gustaría un curro así. Sólo se trabaja un par de horas los fines de semana y en las operaciones salida y retorno, pero a conciencia, con la máxima entrega. ¡Qué precisión! Si es que los ponen al milímetro. ¡Qué riesgo!, porque si se cae del camión de da un morrazo importante. Pero lo que más me apabulla es esa capacidad para no dudar. Porque si duda: "lopongo-nolopongo-lopongo-nolopongo" pierde la oportunidad y hay que mandar al conductor del camión parar, dar marcha atrás... y se forma un pitote (qué bonita palabra "pitote") de Padre y muy Señor mío (qué bonita expresión, qué castiza).

Me he informado, y me he enterado de que al principio el Ministerio de Fomento traía especialistas en budismo zen, japoneses que habían estado varios años en un monasterio peinando jardines de arena blanca y tirando con arco sin dar en la diana pero acercándose mucho y disfrutando un huevo -como disfrutan los zen, todo hacia adentro-. Pero luego empezaron a hacerlo con gente de Albacete que alcanzaba resultados similares y al terminar la jornada se podía tomar una caña con ellos.

Para los que no lo sepáis, este oficio pasa de padres a hijos, como en los antiguos gremios. El hijo, a los diez años más o menos, empieza a acompañar al padre, se pone al lado y le va alcanzando los conos (lo habréis visto, en los camiones siempre van dos) y así pasa años y años fijándose muchísimo y tomando buena nota. Llega un día en que el padre de puro viejo ya no tiene fuerzas para abrir la mano y soltar el cono, entonces cae a la autovía arrastrado por éste y su hijo le reemplaza sin que se note, entre cono y cono, sin parar el camión siquiera. El padre, consumido por la edad y la entrega a un trabajo duro hasta su último suspiro, se va alejando, confundiéndose con la propia carretera, inconporándose a la nacional, fundiéndose con el asfalto. Y el hijo vierte unas lágrimas al ritmo implacable, cadencioso y perfecto de los conos. Las justas. Con templanza.

3 comentarios:

  1. El otro oficio era gracioso, duro, pero con chispa, este blog es precioso. Estas cosas, ¿se te ocurren cuando conduces como al resto de los mortales?, o ¿en la duermevela? o ¿reflexionas en el baño?
    Sigue inventando, da gusto leerte, pero el proximo día que vea a alguien poner conos tendré que para y saludarle, menudo rollo de viaje.

    ResponderEliminar
  2. "Sigue inventando, da gusto leerte". Vaya cosas te dicen, mano que tocas...
    Y no he sido yo.

    ResponderEliminar
  3. Bueno, otro oficio curioso es el de "estopero" que no es el que va a todos los conciertos de Estopa, no, no..

    El oficio de "estopero" se basa principalmente en ponerte en la entrada de una obra con una señalita de tráfico en la mano que tiene una cara y una cruz:
    pasa o "estopea" y claro si ves la flechita, pasas; pero si ves el STOP, te paras.
    Podría llamarse también "pasador", o "te dejo-no te dejero", pero como jode más pararse podría llamarse "estopeador"

    ResponderEliminar

¡Muchas gracias por comentar!

Mudanza

Han pasado 7 años y pico desde que nació a2manos . Y ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Auténtica, arriesgada...